martes, 17 de abril de 2012
Un poco de Historia
JUEGO DEL CASTILLO
JUEGO DE LAS PRENDAS
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HISTORIA DE LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA
Después de varios siglos de lenta conquista cristiana, en 1212 la frontera entre moros y cristianos se había situado en la llanura manchega y no era ningún secreto que los reyes de Castilla aspiraban a ocupar las prósperas tierras del Guadalquivir, con sus populosas ciudades.
Hacía ya más de un siglo que al-Andalus había perdido su independencia y se había reducido a mera provincia de un imperio beréber norteafricano, primero almorávide y después almohade. La conquista cristiana era sólo cuestión de tiempo. En 1195 los almohades habían derrotado al rey de Castilla en Alarcos, cerca de la actual Ciudad Real, pero diecisiete años después el mismo rey preparaba la revancha y se mostraba más agresivo que nunca.
En 1211 Alfonso VIII consiguió del papa Inocencio III que declarara Cruzada su próxima campaña contra los almohades. De este modo se aseguraba que sus otros enemigos, los reyes de León y Navarra, no aprovecharían la ocasión para atacar sus desguarnecidas fronteras del norte, a no ser que quisieran incurrir en excomunión. La declaración de Cruzada podía atraer, además, voluntarios de toda la Cristiandad, deseosos de redimir sus pecados con esta versión cristiana de la Guerra Santa islámica.
En Marraquex, la capital del imperio almohade, no eran ajenos al rearme cristiano. El nuevo sultán o miramamolín, Al-Nasir, hijo del vencedor de Alarcos y de la esclava cristiana Zahar (flor), allegó un gran ejército y cruzó el Estrecho. Se decía que había jurado llevar a sus tropas hasta Roma y que sus caballos abrevarían en el Tíber.
Al-Nasir llevó a sus tropas hasta la frontera y pasó unos meses sitiando Salvatierra, el primer castillo cristiano de la Mancha. Cuando lo conquistó regresó a Sevilla para preparar la gran expedición que lo llevaría a Roma.
Mientras tanto, los cruzados cristianos se iban concentrando en Toledo. Algunos procedían de allende los Pirineos, en su mayoría de Francia, con el arzobispo de Narbona al frente, pero la mayoría eran peninsulares. Pedro II de Aragón aportó tres mil caballeros y más de diez mil peones.
El 20 de junio el ejército cristiano partió de Toledo camino del sur. Cuatro días después las vanguardias avistaron el castillo de Malagón, fortaleza avanzada musulmana. El alcaide que la defendía ofreció rendirla a cambio de que se respetaran las vidas de sus defensores, un trato común en las contiendas peninsulares, pero los cruzados de ultrapuertos, herederos de la tradición intolerante de las Cruzadas, los pasaron a cuchillo.
. Una ciudad disputada
Poco después el ejército cristiano atravesó el río Guadiana, cuyos vados los moros habían sembrado de abrojos (artefactos metálicos de cuatro puntas para herir los pies de peones y caballos) y se encontraron ante el principal obstáculo que los separaba de Andalucía, la ciudad fortificada de Calatrava la Vieja, elevada en época califal en el estratégico punto donde se cruzaban los caminos de Andalucía a Toledo y los de Extremadura a Levante. Esta ciudad había cambiado de manos varias veces en el último medio siglo. Alfonso VII la había conquistado a los almorávides y se la había confiado a los Templarios, pero éstos se la devolvieron a la Corona en 1158, reconociéndose incapaces de defenderla ante el empuje almohade. Entonces, un grupo de caballeros y de monjes cistercienses del convento de Fitero se establecieron en ella y originaron la orden monástico-militar de Calatrava, que el Papa aprobó en 1164.
Calatrava era un escollo en la marcha hacia el sur. No era prudente dejar a la espalda del ejército cristiano una plaza tan importante y bien abastecida que, además, estaba encomendada al andalusí Abu Qadis, un experto militar de la frontera.
Los cruzados acamparon cerca de Calatrava, la atacaron y lograron tomar dos torres del recinto exterior. Comprendiendo lo inútil de la resistencia, Abu Qadis parlamentó con Alfonso VIII la rendición del castillo, en los términos acostumbrados: garantía de la vida y bienes muebles de los defensores. Este acuerdo indignó a los cruzados extranjeros, que contaban con repetir la degollina de Malagón, lo que, unido al calor excesivo del mes de junio y a las privaciones que sufrían, los movió a retirarse de la expedición. Abu Qadis fue ejecutado por los almohades en castigo por rendir la plaza, lo que contribuyó al malestar de los andalusíes.
Durante unos días, los cruzados descansaron en Calatrava y se repusieron de estrecheces pasadas. Allí se sumó a la expedición el rey Sancho el Fuerte de Navarra con doscientos caballeros. El navarro había decidido deponer temporalmente su rencor y enemistad hacia Alfonso VIII para participar en la Cruzada.
La siguiente etapa fue Alarcos, donde diecisiete años antes los almohades habían vencido a Alfonso VIII. En los días 7, 8 y 9 de julio los cruzados acamparon a la vista de Salvatierra, otro castillo en poder de los moros que, como no constituía una amenaza, dejaron atrás.
. El pastor de Sierra Morena
El día 13 el ejército cristiano acampó ya en plena Sierra Morena, en la llanada frente al castillo Ferral, abandonado por su guarnición almohade. El ejército de al-Nasir aguardaba al cristiano a pocos kilómetros de allí, no lejos de la moderna población de Santa Elena. De los dos posibles caminos, el más corto, por el desfiladero de la Losa, discurría por una garganta rocosa tan áspera y difícil que "mil hombres podrían defenderla de cuantos pueblan la tierra". Los cruzados escogieron el camino alternativo, por el Puerto del Rey y el Salto del Fraile, siempre por divisorias de aguas (por donde suelen discurrir los caminos de Sierra Morena) y fueron a acampar al cerro plano llamado Mesa del Rey. Una piadosa tradición sostiene que los moros desconocían aquel camino y por eso no lo vigilaban y que San Isidro Labrador se apareció a Alfonso VIII en figura de pastor para mostrárselo. Parece más sensato pensar que en el ejército cristiano había muchos adalides que conocían la orografía de la zona y no ignoraban el camino alternativo al desfiladero de la Losa. Los cristianos llevaban ya muchos años, desde las expediciones de Alfonso VII, atravesando la sierra.
Al-Nasir intentó plantear el combate inmediatamente, antes de que los cristianos y sus caballos se repusieran de las fatigas de la caminata. Inútilmente envió destacamentos de caballería y arqueros a hostigar al enemigo. Los cruzados se tomaron dos días de descanso y sólo formaron en orden de batalla al clarear el lunes 16 de julio de 1212.
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